martes, 21 de febrero de 2012


…Y se contempla al espejo entre lánguidas caídas de párpados.  Con sus blancas y somnolientas manos, acaricia uno de sus senos sublimes,  y un hálito suicida se refleja  al mirar su espíritu.  La cabellera como sangre gotea en su cintura y con la piel blanca como una rosa fúnebre adquiere el aspecto de estatua gótica: la belleza trágica, pasada por la complacencia de un Dios misericordioso.
Los ojos de un profundo azul atardecer delatan su intención: “Estaría bien hacer de mí un fantasma intemporal, aislarme en el tiempo para llorar eternamente, o prender la perpetuidad con mis oraciones, maquillarme pálida, marcarme ojeras incesantes, ojos silentes  y labios de plata. Ajustarme un corsé etéreo y envolverme en un vaporoso vestido incorruptible, posarse como un ave extraña en épocas venideras, y jamás volver a sentir la dicha, ni la esperanza”.
Ahora desnudas tus senos  al espejo,
Pintas tus mejillas de lágrimas y languideces.
Desfalleciendo,  miras tus muñecas y deseas vestirlas de rojo.
Como niña trágica deseas dormir decorosamente,
anhelas dormir sola y en silencio.
Ahora tu cuerpo desnudo cae en pozo oscuro bajo tus sueños
Y el rojo púrpura de tu tristeza endulza el amargo negro de las aguas.
Ahora tu sueño es mi sueño, dulce niña, y se hace recurrente en mi espíritu.
Vagabundo sin destino un poco melancólico, un poco demente
pues los aristócratas de espíritu han nacido con ojos de cristal,
Con labios de azogue.
Las quimeras todas ellas muy roídas…
Yo no respiro aire cuando sobre mí tengo muchos años sin vida.
Sólo cuando duermo y sueño entre los senos de la muerte,
Sólo cuando se me quiere recluir,
cuando soy veneno de reptil sin fuerzas para huir…
Las quimeras todas ellas muy roídas…

He estado buscando, colocando los espejos,
Llamándome con otros nombres…
He estado buscando mi vida o mi muerte.
Noches tempestuosas llenas de carros y cerdos negros...
Intento de cualquier forma no rumiar,
solo vivir en mi mente, mi montaña, en mi paraíso.
Las quimeras todas ellas muy roídas…
 Reaccionar, sobrevivir sin dejar de observar y olvidar todo lo demás.

De cuando en cuando vomito las calles, las maldigo,
Conjuro la lluvia y busco la dicha destruyéndome,
Me rio como loco, con sarcasmo y fuego,
 en pantanos sin tortugas,
Y pienso que lo mío no es vivir.

Dormir es dulce
colocarse entre tus piernas
esperar el aleteo de las sombras
ver caer el tiempo en copos de nieve.
Abrir los ojos entre tus senos
besar tus senos con los ojos cerrados
sentir tu sonrisa en mis párpados
y con caricias suaves, casi imperceptibles,
descubrir mis deseos en tus sueños...
 

 
Para que siempre seas en esta lágrima
yo guardo tus ojos en todos los silencios
y cada mañana mi sombra cruza espejos dolorosos…
Permanece siempre en mis labios
una rosa de marfil con el dulce sabor de tu sexo.

En mis sueños soy yo quien abandona los estigmas,
quien recibe los besos de tu piel sin atisbos,
bebe lágrimas en tus senos y acaricia el interior de tus muslos...
¡Desgarro los conjuros, desafío sofismas y oráculos,
despierto en la eternidad de mi tristeza urgido de tu cuerpo
!





Por la ventana del ático donde vivo, entran las sombras de máscara azul.
Yo quisiera retener siempre esta presencia en mis ojos porque los azahares diluyen la fe que no es ocular y vencer se vuelve desgracia constante…
Entonces yo sería dócil y firme,  gigante y paciente,  pero también duro y grave como un Anemoi.
Ahora mi fe es un día en isla de pascua que declina con mórbida melancolía, esperando sólo cubrirse de negros nubarrones.
La oración,  inescrutable montaña del desespero,  llega a mis labios cuando han caído todos los puentes. La escalaré desterrado en sublime promesa de huída y no conjugaré nuevamente noches nubarradas ni canto de escorpiones…


Era mi vida un espejo ante la tarde de octubre...
Una tarde espantosa llena de ansia y oraciones.
Era entretiempo siempre sobre sus ojos en mi recuerdo,
La vida era azul bajo la lluvia y parque de árboles rosas.
Ella, La que recuerdo ahora de blanco encrespado,
Se ha marchado con sus días santos.
Ahora oigo su voz ligera de sonrisa.
Ella, la de mano triste, se ha marchado domínica y dominica.
Tarde de lluvia azul. Tarde de hospitales y muertos.
Ella, la que me enseñó a orar bajo la lluvia, partió en el azul...
Y con ella se fueron los días santos, el azul lluvioso,
El parque rosa, la voz de sonrisa y la mano triste… al cielo.


Era mi vida un espejo ante la tarde de octubre...
Una tarde espantosa llena de ansia y oraciones.
Era entretiempo siempre sobre sus ojos en mi recuerdo,
La vida era azul bajo la lluvia y parque de árboles rosas.
Ella, La que recuerdo ahora de blanco encrespado,
Se ha marchado con sus días santos.
Ahora oigo su voz ligera de sonrisa.
Ella, la de mano triste, se ha marchado domínica y dominica.
Tarde de lluvia azul. Tarde de hospitales y muertos.
Ella, la que me enseñó a orar bajo la lluvia, partió en el azul...
Y con ella se fueron los días santos, el azul lluvioso,
El parque rosa, la voz de sonrisa y la mano triste… al cielo.