Sus ojos despiertos son una ensoñación, sus movimientos son un sueño perturbado, su muerte es un horrible y tenaz despertar a plena luz crepuscular de un septiembre agónico. Yo caigo sobre la cama sin la menor evocación De los fantasmas devotos del pasado, Sin sombra de intriga o conciencia, De lo que vivió antes en su piel. Nosotros somos el espacio vacío que dejo el deseo, un fino ligamento de lujuria emancipada ya marchita, y nos creamos un muro de sentimientos para separarnos del sueño, el paraíso, el dolor… Pero todo no es más real que un sueño nocturno, nos despertamos súbitamente en plena noche y nuestras visiones fantasmales del pasado huyen y se extravían entre los espectros inmortales. Lenguas que recorrieron sus gemidos ávidamente, los cuerpos que la penetraron por todas partes nos hacen saltar en la noche escuchando su voz; nos extraen de la tumba para encadenarnos, y con una mirada confundida y perturbada, observamos el aspecto cándido del cielo matinal. ¿Dónde nos despertáremos? ¿Cómo será mañana? Mientras en tu lengua y en tu sexo ocultas la muerte. Harold Muñoz 26/09/11 París 9:30 am |
jueves, 29 de septiembre de 2011
jueves, 8 de septiembre de 2011
Desesperanza, infinita adversaria…
Vuelves a mi pecho como una espada victoriosa
Con la angustia heredera del sueño,
Me haces retornar a mi vieja ataúd,
Con menos años, menos sueños, más dolores…
Como un peregrino enfermo que abandona
Y deposita despojos de piel muerta a tus pies.
¿Dónde están las oraciones pronunciadas
Bajo la fresca sonrisa de la lluvia?
Murieron en colisión con tu armadura de fuego.
Una vez más prisionero del diablo:
Destruyes mi rostro, bebes mi alma, diluyes mi espíritu…
Mas, sólo renunciaré con labios de plata,
Firmaré la renuncia con sangre de mi pecho.
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